Saludo Obispo

4c5-163El itinerario cuaresmal nos conduce hacia el centro del año litúrgico, la celebración de la pasión, muerte y resurrección de Jesu- cristo. Es un camino que nos recuerda nuestra condición de peregrinos. Avanzamos hacia un encuentro personal y comunitario con el Señor. Se trata de una dinámica que va introduciendo en nuestro interior la forma de ser, de vivir, de pensar, de actuar, de sufrir, de esperar y amar del mismo Cristo.

El Papa Francisco escribe en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium: “Espero y deseo que todas las comunidades procuren poner todos los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una ‘simple administración’. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un ‘estado permanente de misión’” (EG, 25).

Cuaresma no es solamente un tiempo de gracia, sino también un estado permanente de misión. Hemos conocido el amor de Dios. Nos sentimos envueltos en una historia de salvación. Y nos sentimos urgidos y enviados para dar testimonio de lo que hemos visto y oído.

A nuestro alrededor la mies es abundante. La Buena Noticia no ha llegado todavía a muchos corazones. Por ello, es preciso anun- ciar por las calles y las plazas, en el trabajo, a pie de obra, en la escuela, en el taller, en las familias, en las comunidades, en todos los hogares, que Dios nos ama, que la vida tiene sentido y que es posible un mundo más fraterno y solidario.

Hemos de cultivar una auténtica espiritualidad de la comunión. Esto significa, en concreto, mirar hacia dentro de nosotros para sentirnos habitados por el amor de Dios. También significa ver la luz de Dios en el rostro de los hermanos que están a nuestro lado. Esto se traduce en la capacidad de sentir a los hermanos de fe como personas cercanas con las que compartimos alegrías, sufrimientos, deseos y necesidades. Por ello, somos capaces de ver en los demás lo que tienen de positivo, para acogerlo y valo- rarlo como regalo de Dios. Esto nos permite ayudarnos mutuamente a llevar las cargas de cada día.

Estamos invitados a discernir la voluntad de Dios mediante la familiaridad con su Palabra. Jesús resucitado se acercó a los dis- cípulos desanimados que se dirigían a Emaús “comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería él en todas las Escrituras” (Lc 24,27). Y, cuando desapareció de su vista, “se dijeron el uno al otro: ‘¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?’” (Lc 24,32).

Abramos nuestros ojos a Jesucristo que se acerca a nosotros por el camino y nos habla con palabras llenas de vida.

Gracias a quienes ponéis a disposición de los demás vuestro tiempo y vuestra vida para una más activa y fecunda celebración de la Semana Santa.

 

Julián Ruiz Martorell

Obispo de Huesca